Sus brillantes ojos y su nariz sonrosada expresaban sus ganas de llorar. Intentaba esconderse tras la apariencia de un hombre fuerte. Él no era así. Tenía ganas de gritar, de explicar cómo se sentía, ganas de que alguien alguna vez le preguntara qué era lo que quería él, ganas de que a cada cosa que hiciera no se lo reprocharan, decir que echaba mas de menos a sus padres, que en paz descansen, esos padres por los que aparentemente derramó pocas lágrimas para ánimar a sus hijos, decir que odiaba esos:''Nunca haces nada bien!''. Tenía muchos sentimientos escondidos, algún día esplotaría. Llorar en ese momento provocaría tres miradas de compasión, lo que él más odiaba, la compasión. El coche no era el lugar adecuado para expresar sus sentimientos, prefería ocultarse en su trabajo, el lugar perfecto para alejarse de sus preocupaciones. Sus ocho horas del día preferidas porque al llegar a casa cansado volvía a la vida normal, regresaba a su vida real, de la que él tanto quería alejarse.
Él, lo único que quería era que todo volviera a ser como antes, pero como todos sabemos y aunque nos duela, no se puede dar marcha atrás, no hay una máquina de felicidad, no se puede cambiar todo de repente para que esté bien; Los fallos que tuviste se quedaron grabados y ahora te duelen y mucho.
Poco a poco, ya verás:)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 alegrías.:
Los fallos están grabados, sí, pero hay que aprender a vivir con ellos.
Me gusta mucho el texto :)
¡Un besazo!
No es sobre mí pero tienes toda la razón:)
Publicar un comentario